jueves, 12 de abril de 2012

Retrato que muere



Yo hacía como que había estudiado mucho
porque en realidad no había estudiado tanto.
Wagner esperaba su turno para su respectiva casaca.
Pero me observaba.
Y tatuó una naranja
con mi gesto,
con poesía y gaviotas en la boca.
Y a mí se me estremeció el espíritu
y pequé robando su postre.
Tengo un testimonio efímero
que vivo dentro del fruto de un árbol.
Soy una mujer habitada.
Pero me alegro que este retrato
a diferencia de las fotos
-donde fetichizo mi estética-
muera cuando la naranja termine de arrugarse.
Esta belleza contingente de volverse polvo
morirá con mi retrato tatuado en su brazo izquierdo.
Morirá como todo
salvándome de la permanencia de mi vanidad.
Dulce muerte. Dulce impermanencia.
Si he de llorar que sean lágrimas de jugo de naranja
tengo un retrato que morirá como mi piel
que morirá
como todo.

1 comentario:

María Mesalina dijo...

Eres una mujer bastante interesante, me encanta lo que escribes.