miércoles, 25 de abril de 2012

Pacoli

Te recuerdo desde siempre con la cabeza blanca
y olor a tabaco,
un manojo robusto de llaves
y tus dedos haciendo música de máquina de escribir.
Así aprendí que la poesía es como una canción
y que lo que una escribe no debe borrarse nunca.

Eras tan poeta
que aún y cuando el olvido comenzó a comerte la memoria
recitabas
tus versos perfectos
tus rimas impecables.

Inventaste libreras en cualquier rincón imposible.
Tu casa y tres mil libros
tu voz y mil cuentos.
Tu dolor grande
tu lamento chiquito.

Abuelito Paco
morimos todos un poco
cuando nos olvidaste,
cuando el alzheimer te robó de nuestro tiempo.
Sé que me observas desde mi ombligo,
cómo lloro por vos esta letras tristes.
Y te siento vivo,
riendo y corrigiendo,
mis relojes atrasados
mis incorrecciones gramaticales.

Como siempre,
y como tú también,
sólo aprendí a llorar tarde.
No lloré cuando los ladrillos te sepultaron para siempre,
ni cuando entre toda la nietada
redactamos el epígrafe de tu lápida.
Pero aquí estoy llorando como niña,
al menos es con poesía
mi mentor de la palabra.

Pero te llevo en la piel,
te dibujé cerca de mi corazón, abuelito
vas volando junto a Rebeca y Marta.
Yo les acompaño o quizá ustedes me acompañan a mí
mientras voy navegando
en  un velero que se llama
libertad.

No hay comentarios: